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UNA MUJER EN LA INDUSTRIA DE LA “RESISTENCIA”

Entrevista a Mónica Fuentes, socia de Córdoba Resistencias Eléctricas.

  • Conoció a su esposo cuando estudiaban Ingeniería Electrónica.
  • Años después, lo instó a armar su propia empresa.
  • Ambos encabezan una pyme que provee a compañías como Arcor, Plásticos Dise y Denso.
  • También exporta a Paraguay, a Chile y a Bolivia, e importa insumos desde

La semana pasada se cumplieron 16 años desde que Mónica Fuentes y su marido, Carlos Margaría, se largaron a fabricar resistencias eléctricas. Ambos son ingenieros electrónicos.

Carlos se hizo cargo de la producción y Mónica, que comenzó 'cebando mates', terminó a cargo de la gestión comercial de Córdoba Resistencias Eléctricas (CRE), una pyme que atiende a grandes industrias, sustituye importaciones y se dedica al comercio exterior.

–No es común ver a una mujer en el mundo de la electrónica.

–Y mucho menos cuando estudiaba. Yo llegué a Córdoba en 1988 desde General Roca, Río Negro. Venía de un colegio de monjas decidida a estudiar Ingeniería Electrónica, con una beca que ofrecía la empresa Hidronor, por ser el quinto mejor promedio de la provincia.

–¿Dónde estudiaste?

–En la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), donde conocí a Carlos. El primer día llegué tarde, entré al aula magna, empecé a bajar esa escalera antigua de madera y cada paso que daba hacía un ruido terrible. De pronto, todos se dieron vuelta para mirarme y ahí me di cuenta de que la totalidad eran hombres y yo, con mi remerita de bambú rosita… '¿Dónde me metí?', pensé y me senté en la última fila. Después me acostumbré.

–Ahora hay más mujeres estudiando ingeniería.

–En aquel momento no. Es más, no había baños para mujeres, así que mis compañeros cuidaban la puerta para que yo pudiera entrar. Recuerdo que no era buena en dibujo técnico y un día el profesor me mandó a lavar los platos.

–Ahora sería sancionado.

–Nunca me preocupó demasiado el tema. Aún hoy suelen llegar personas mayores a pedir un producto. Cuando yo los atiendo, me dicen: 'No, deme con algunos de los muchachos'. Y ellos, más de una vez les dicen: 'La ingeniera lo va a atender porque de eso sabe más que yo', y entonces ves que te hablan con alguna incomodidad.

–¿Empezaste a trabajar en la electrónica después de la facultad?

–La verdad, no. Yo egresé a mediados de la década de 1990, un poco retrasada, porque en tercer año nació mi hija Florencia. Luego estudié Bioingeniería, hice la especialidad de Higiene y Trabajo en la Universidad Nacional de Villa María, di clases y armé una academia para ingresantes a la universidad. Se llamaba 'El Portal', y me fue bien. Siempre trabajé de manera independiente.

Aún hoy suelen llegar personas mayores a pedir un producto y cuando yo los atiendo, me dicen: 'No, deme con algunos de los muchachos'.

–Te gustaba emprender.

–Claro. Carlos trabajaba en una empresa que hacía resistencias eléctricas. En aquellos años, empecé a insistirle para que se animara a seguir solo, que con sus conocimientos y, por el propio oficio adquirido, él podía dar un salto. Siempre dice que soy su motor para que arranque.

–¿Empezaste a trabajar con él?

–En la primera etapa. A los dos o tres años, volví; primero, le cebaba mates; después empecé a contestar correos, a atender llamadas y, de a poco, me fui apoderando de todo, hasta que no supo cómo sacarme (risas). Hoy Carlos está a cargo de la producción y yo de la gestión comercial. Digamos que hago negocios con sus conocimientos (risas).

–¿Para quiénes fabrican resistencias eléctricas?

–Hacemos resistencias y tableros de alta potencia para controlar las resistencias, todo a pedido para clientes corporativos, nada es estándar. Trabajamos para las industrias del plástico, del cuero, autopartista y alimentaria. Arcor, Plásticos Dise, Denso, Tecme, Fadea, La Lácteo, Sancor, Arteche y Macchiarola son algunos de nuestros clientes.

–¿Venden en todo el país?

–Nos llegan pedidos de todas las provincias. Hicimos resistencias para los secadores de Tabacalera del Este, en Paraguay, y para otras industrias de Chile y de Bolivia. Hace casi una década que exportamos.

–¿Para qué se usan?

–Para todo lo que necesita calefacción. Por ejemplo, desde darle temperatura a la leche hasta calentar una pieza para un determinado tratamiento. Yo hago los cálculos termodinámicos en líquidos y Carlos, en aire y cualquier otro medio. Nosotros hacemos ingeniería y somos fabricantes. También producimos hornos atemperadores y controles de humedad.

–Es una producción especializada, pero muy artesanal, ¿no?

–Al principio, armábamos con lo que teníamos a mano. Arrancamos en un local en calle Rodríguez Peña; después, por varios años, en la calle Tucumán, siempre alquilando. Recién en enero pasado nos mudamos a nuestro propio local, en Diagonal Ica, donde hemos podido instalar un equipo de 12 metros de altura que trajimos de China. Nuestros clientes están esperando que lo pongamos a punto.

–¿Para qué sirve?

–El equipo compacta la resistencia blindada, lo que mejora la aislación. Esto evita que la resistencia te dé electricidad si la tocás. Antes, las cosas se hacían en forma manual, con esto se logra un valor de rigidez eléctrica óptimo, con un método de trabajo innovador. Son una serie de equipos chinos por los cuales acabamos de ingresar al Régimen de Promoción Industrial de la Provincia. El otro equipo produce cartuchos de alta potencia.

–Traducción, por favor.

–Argentina está muy limitada porque podemos poner poca potencia en poco espacio. Para poner más potencia, necesitamos más espacio. Estos equipos permiten hacer resistencias de alta potencia en poco espacio. Hasta ahora, hay sólo dos empresas de Buenos Aires que las hacen o, de lo contrario, hay que importarlas.

–¿Tienen problemas con la importación?

–No. Hace dos años nos convertimos en importadores para dejar de depender de Buenos Aires. Conseguimos un proveedor de China, que conocimos tras visitar la Feria de Guanzhou (conocida como Feria de Cantón), gracias a un contacto que tenemos en Italia. Ese fue un gran salto para la empresa y yo descubrí que, tanto como la venta, me gusta la compra y el comercio exterior. El proyecto para este año es certificar normas ISO 9001.

En esta industria somos tan pocos que nos conocemos y muchas veces nos ayudamos, fabricando algún producto para el otro.

–¿Venden al público?

–Desde el inicio, trabajamos para las industrias. Siempre nos llegan pedidos por referencias de otros. Nunca hicimos publicidad. El año pasado empezamos a trabajar en el programa Lazos (impulsado por el Gobierno provincial y por la UNC), con un grupo de profesionales recién recibidos que actúan como asesores de empresas. Pero eso no quita que alguna persona venga a comprar una resistencia para su horno eléctrico. También nos propusieron vender nuestros productos en Vaca Muerta.

–¿Cómo es el mercado?

–En general, todos los fabricantes trabajamos a pedido, porque cada empresa tiene una necesidad diferente. En nuestro caso, fabricamos más de 12 mil resistencias al año. En Córdoba somos tres empresas, hay una en Rosario, y entre 10 y 15 en Buenos Aires. Somos tan pocos que nos conocemos y muchas veces nos ayudamos, fabricando algún producto para el otro.

–¿Es un sector que tiene espacio para crecer?

–Actualmente, nuestro hijo, Luciano estudia Ingeniería Electrónica y tiene en vista nuevas ideas para aplicar más tecnología. En algún momento, llegará la robótica o tal vez las resistencias inteligentes. No sabemos qué va a pasar… si en 10 años hay que hacer un viraje total, lo haremos. Sí sabemos que el futuro es cada vez más eléctrico.

–¿Cómo es conducir una empresa como matrimonio?

–Llevamos juntos 30 años, somos un matrimonio muy unido, compañeros, y jamás ninguno lastimaría al otro. Pero es difícil trabajar el liderazgo. Por eso, aunque suene machista por parte mía, muchas veces prefiero dejar que él tome las grandes decisiones. Esas cosas no me preocupan demasiado, hay cuestiones en las que yo me siento fuerte. Trabajamos juntos, respetándonos el uno al otro.
Electrónica y bailarina

Nombre. Mónica Fuentes (51).

Casada con. Carlos Margaría (52).

Hijos. Florencia (28) y Luciano (20).

Empresa. CRE SRL (Córdoba Resistencias Eléctricas).

Cargo. Socia, junto con su esposo Carlos.

Le gusta. Baile, trekking y caminata.

Empleados. 20.

Producción. Más de 12.000 resistencias al año. Trabajan a pedido para grandes industrias.

Fuente: https://www.lavoz.com.ar/